Según las recomendaciones del maestro Dogen en su obra Fukanzazengi. (1200 - 1253)
“La primera respiración de zazen es la última respiración de tu vieja vida; la última respiración de zazen es la primera de tu nueva vida”.
Daigyo Moriyama Roshi
Para la práctica:
- Usar ropas cómodas, preferentemente oscuras.
- La supuesta transparencia de los colores claros suele encubrir en sus pliegues al ego.
- La contemplación se basa en reducirlo al tamaño de un grano de arroz, potencialmente transparente.
- Elegir un lugar silencioso.
Con respecto a la postura:
Colocar la mano derecha sobre el pie izquierdo y la mano izquierda sobre la palma derecha, los dedos pulgares se tocan ligeramente. El mudra –que tal nombre llevaba las simbólicas corporales específicas– representa el cuidado sutil que el propio mundo requiere.
Sentarse con la columna erguida, ni inclinado para la izquierda ni para la derecha, ni para adelante ni para atrás, los hombros hacia atrás y relajados, bajando la barbilla.
En la postura, la firmeza de una montaña, con la columna derecha, como si con la cabeza se estuviese sosteniendo el cielo y con el cóccix manteniendo la tierra en su lugar.
Las orejas deben estar en el mismo plano que los hombros y la nariz en la línea del ombligo.
La lengua relajada contra el velo del paladar superior, se cierra suavemente la boca, el maxilar inferior relajado.
Los ojos entornados mirando en ángulo de 45º al zócalo.
Abiertos remiten al futuro, cerrados lo hacen al pasado, entornados nos sitúan aquí y ahora.
Relajan la visión central y expanden la periférica.
Se vacían los pulmones, de los viejos aires, por la boca y se respira serenamente a través de la nariz.
La respiración durante zazen es serena. A tal punto que si colocamos una hoja de papel de arroz delante de la nariz, ésta no se mueve.
La respiración durante la contemplación es lo que podríamos llamar respiración profunda. Es aquella que se realiza desde el hara. Es el punto situado dos centímetros sobre el pubis. Que da apertura al kikai tanden, u océano de las emociones. Es decir aquel lugar ocupado por el sacro, tal vez por algo llamado así.
La respiración desde el hara nos invita a inspirar de forma relajada y pausada desde nuestro abdomen, pasando por el diafragma, hasta que naturalmente se van llenando los pulmones y exhalamos.
Le prestamos atención a la exhalación, que es pausada y más prolongada que la inhalación. Devolvemos con respeto aquello que nos fue donado por el universo, el oxígeno.
Algunas técnicas para mantener la tensión en la práctica:
En la travesía de la contemplación nos ayudaremos con los siguientes recursos.
Para mantener el ritmo de la respiración y la dificil concentración inicial previa a la contemplación, puede contarse de uno a diez en la inspiración y en la expiración.
No hay formas en el zazen fuera de la postura, lo opuesto es la impostura. Hay variaciones individuales. Cada uno realiza el aporte desde su experiencia.
Sentado o parado, acostado o a punto de partir al silencio eterno el zazen es la postura, no importa cuál sea la elegida.
Estemos atentos, es el momento de discernir. Cuando hay agitación mental la postura y la respiración se modifican.
Ante estas situaciones nos sentamos con la columna recta o estamos haciendo un tipo de respiración corta o poco profunda, nos esforzamos.
Aquí el ego está en acción, "tenemos que ser los mejores en la práctica". De tal modo la atención deambula con los pensamientos, vamos del pasado al futuro y del futuro al pasado. Los pensamientos son como monos que saltan de rama en rama.
Recomendamos:
Inahalar y expirar suavemente por la nariz, revisar el mudra de las manos. Este es el tablero de comando que nos indica el estado de nuestra interioridad.
Práctica del pensar en no-pensar.
Se trata de dejar de lado nuestros apegos, abrirnos a la fertilidad del vacío. Clave para la expansión de nuestra conciencia.
No debemos permitir que los pensamientos nos atrapen, menos aún luchar contra ellos. Simplemente dejarlos que aparezcan, sin hacer el esfuerzo de escapar de ellos, que aparezcan y desaparezcan libremente.
Antonio Damasio en su obra “En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos.” (Barcelona, Crítica, 2003, p.309) destaca:
[…] de conformidad con nuestra discusión sobre las relaciones entre la mente y el cuerpo, quizá sea correcto que la mayoría de formas de experiencia espiritual requieran una configuración particular del cuerpo, y dependa en realidad de que el cuerpo esté activamente situado en un determinado modo.
La práctica de la contemplación.
Requiere de un lugar silencioso y de un almohadón redondo, llamado zafu en japonés, de aproximadamente 26 a 30 centímetros de diámetro y 14 a 20 centímetros de altura, la que dependerá la estructura física de cada practicante.
Será colocado sobre un rectángulo de 70 x 70 cm y dos a cuatro centímetros de alto, en japonés llamado zabutón.
Se ubicará a una distancia de un metro, a un metro y medio de la pared, cuidando de permanecer alineado con los practicantes vecino.
Nos paramos frente al zafu y llevamos las palmas de las manos juntas a la altura aproximada de la punta de la nariz.
Esta posición de las manos se llama gassho.
En gassho inclinamos el cuerpo desde el tronco hacia delante en dirección al zafu. Retomando la postura con las manos giramos hacia la derecha, en el sentido de las agujas del reloj.
Repetimos el saludo en dirección al dojo y a nuestros compañeros, o simplemente a una flor que puede acompañarnos.
De esta manera cuando logremos la postura de zazen obtendremos un firme apoyo formando un trípode con la cola levantada sobre el zafu y las dos rodillas apoyadas en el zabutón o estera.
Posturas para la práctica de la contemplación.
Las manos se colocan en regazo formando el Maha Mudra, o gran forma. Como será indicado a continuación.
Los dedos pulgares se tocan ligeramente como si estuvieran sosteniendo un delicado papel de arroz.
La posición de las manos no deben forman ni valle ni montaña, sino sintetizar a ambos en un perfecto óvalo.
Posición de loto.
Medio loto / Cuarto de loto
Postura Birmana
sentado con ambos pies tocando el zabutón.
Otra posición:
Coloca lateralmente varios zafus uno sobre otro (la parte más ancha del cojín va desde la parte trasera a la delantera del zabutón) y sientate sobre ellos.
Arrodillado sobre el zabutón se coloca un zafu sobre las pantorrillas y se sienta sobre él.
Observaciones:
No esforzarse nunca y evitar cualquier exceso que pueda lesionarnos. Antes de llegar a tal extremo es preferible sentarse en una postura más sencilla, por ejemplo en una silla.
Solicitar asistencia de coordinador ante cualquier dificultad colocando las manos en gassho.
Al terminar zazen, se saluda en gassho y llevamos las manos palmas arriba sobre las rodillas moviendo suavemente el cuerpo de izquierda a derecha de menor a mayor, teniendo cuidado de no levantarnos bruscamente al salir de la postura.
Una vez de pie se reacomoda la forma del zafu y se repiten los saludos iniciales.
Colocamos las manos a la altura del pecho en shashu: el dedo pulgar de la mano izquierda en el centro de la palma y cerramos la mano formando un puño cubriéndolo de costado con la mano derecha.
Ubicamos las manos a la altura aproximada de dos centímetros por debajo de la punta del esternón manteniendo los codos en línea recta . Y con las manos en esta posición nos retiramos del dojo saliendo con el pie derecho.
En general dentro del ámbito de la práctica se camina en shashu.
La marcha de kin hin se realiza con la misma posición de manos.
Kin hin significa contemplar en el camino.
Somos concientes de cada paso.
Nuestra mente no piensa, sólo camina.
No huye hacia el pasado ni deambula hacia el futuro. Marcha serena hacia el silencio infinito.
Se camina sin prisa, un paso hacia la vida al inhalar, un paso hacia la muerte al exahalar.
Maurice Béjart sostenía que la marcha de kin hin representa el moviemiento clave de todos los pasos de todas las danzas.
Es el paso de todas las artes marciales budistas, sólo de defensa, de mano abierta y de disponibilidad absoluta.
Es como el andar silencioso del tigre en el bosque de sándalos.
Es el paso del dragón sobre el mar antes de echar a volar hacia la vacía fertilidad del universo.
El Maestro Dogen dice: "Buda es su propio yo verdadero". Es decir que, cuando reverenciamos una estatua de Buda, estamos reconociando nuestra propia condición iluminada, simplemente por haber recorrido el largo viaje evolutivo de 3.600 millones de años.
Todo lo hasta aquí indicado no tiene ninguna pretensión religiosa, aunque el coordinador lo sea.
Se trata simplemente de orientaciones que apuntan a la integración neurobiológica según las últimas investigaciones en neurociencias tal como han sido informadas en este espacio.
Arturo Emilio Sala
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