martes, 10 de enero de 2012

El trabajo desde la perspectiva contemplativa del Budismo Zen

Adaptación libre de: Zoketsu Norman Fischer. Acerca del Trabajo en Zen. En: Turning Wheel. Revista de: Buddhist Peace Fellowship. January 1, 1997. Cabe destacar que para la mayoría de las órdenes monásticas del catolicismo la orientación al trabajo es semejante. Recordemos la regla básica de San Benito: “Ora et labora”


Pai Chang fue el Maestro que estableció las reglas monásticas del Zen. Siempre había insistido en trabajar todos los días. En su vejez persistía en ello, hasta que un día los monjes, sintiendo lástima por él, escondieron sus herramientas. 

El Maestro dijo:

–Yo no tengo virtud. ¿Porqué deben los demás trabajar por mí? –entonces, se negó a comer y expresó– Un día sin trabajo es un día sin comer.

Hasta la fecha los templos o centros de práctica Zen se reconocen por la práctica del trabajo contemplativo, denominado samú en japonés.

Una vez Yun Yen preguntó a Pai Chang: 

–Todos los días hay trabajo pesado que hacer, ¿para quién lo haces?

–Hay alguien que lo necesita –Pai Chang le respondió–.  

–¿Porqué no dejas que él lo haga por sí mismo? –insistió Yun Yen–. 

–No tiene herramientas. 

¿Qué es lo que significa "trabajo" dentro de la práctica del Zen?. Todo. El hecho de estar vivo y dentro de un cuerpo ya es trabajo. Todos los días hay que cuidar de alguien y de nosotros mismos, crear algo, producir para vivir y para gozar, trabajar la interioridad para hacernos íntimos con nosotros mismos, festejar, celebrar, zazen, cuidar del templo, de sus jardines, hacer la comida, preparar la huerta, realizar las tareas del servicio compasivo y solidario en las comunidades vecinas. No hay forma de escaparse del trabajo, él está en todas partes, el nos constituye y gracias a él nos realizamos.

Para los practicantes del Zen, no hay dualidad entre el trabajo y la vida cotidiana. El trabajo es algo profundo y lleno de dignidad, es para lo que nacimos y lo que nos completa existencialmente, es un un modo de ser y estar que no debe estar disociado de nuestras vidas.

Dentro de la noción convencional de trabajo, hay diferentes tipos: administrativo, profesional, técnico, y emocional. Claramente, todos ellos son importantes y útiles, pero en la práctica religiosa, especialmente en el Zen, se le da un lugar especial al físico y a la dignidad que el mismo concede. 

Se pueden distinguir dos formas en su práctica. Una como contemplación y la otra como un acto de generosidad, de servicio o como amor o sencillamente, como ofrenda de nosotros mismos.

Trabajo como contemplación es el que se da al hacer algo sencillo y repetitivo.Cuando se logra entrar en este ritmo y fluir con él, se puede trabajar con mucha eficiencia y al mismo tiempo estar relajado, sentirse pertinente con la tarea perteneciente a una comunidad productiva y cooperante con el bienestar de la totalidad de los involucrados. Desde tal perspectiva se trascienden los pensamientos divagantes, las distracciones y las quejas. 

El trabajo como contemplación también involucra pausas periódicas para encontrarse con uno mismo, serenando la respiración, o detenerse por un momento cuando la mente está divagando por cualquier parte para volver al presente.

En este tipo de trabajo se trata de intentar hacer lo que se debe hacer de manera eficiente y bella, sin prisa. Este es el tipo de trabajo que se realiza durante los períodos de trabajo en sesshin (períodos de retiro que en japonés significa: “acariciar el espíritu") Representa un verdadero gozo y brinda una noción totalmente nueva de lo que significa el trabajo: un profundo compromiso con nuestra vida.

Hay varias formas importantes de practicar estas modalidades laborales. Una de ellas es la silenciosa. Cuando así lo hacemos nos involucramos completamente en el proceso de nuestro quehacer –observándonos a nosotros mismos y desempeñándonos con mayor claridad, o simplemente trabajando más eficientemente y con más ánimo. 

El trabajo silencioso no es necesariamente mudo. Significa que está bien hablar acerca de la tarea: en dónde dejamos algo, dónde podemos encontrarlo, o cómo podemos hacerlo mejor. Durante él no nos involucramos en conversaciones ni charlas de tipo social, para ello están los momentos de esparcimiento. Sucede que si charlamos durante el trabajo, no llegamos a apreciar la profundidad del mismo, ni tampoco la belleza de charlar juntos.

Otra modalidad es la realizada como un acto de generosidad o como ofrenda. 

La característica del trabajo como ofrenda no es el "cómo" hacerlo ya que hay un amplio abanico de posibilidades de llevarlo a cabo dependiendo de cada situación.

Aquí el factor clave es la actitud y el propósito subyacentes en la tarea que nos toca realizar. Ya que sí el mismo es una ofrenda: lo estamos haciendo en beneficio de los demás. De modo que, el trabajo como ofrenda es una forma de licuar el ego mediante la actividad pertinente. Simplemente entregándonos por completo, sin retener nada. Sólo hacer lo que se hace plenamente, es decir enteramente disponibles. 

Lo anterior recuerda la historia de Pai Chang. Se trabaja duro porque hay alguien que lo requiere y quizás sea mejor decir que no sabemos quién es este alguien. ¿Porqué es que esa persona no puede hacerlo por sí mismo? Porque nosotros somos sus herramientas.De modo que nos centramos serenamente en nuestro trabajo con vigor y gozo. Nos ocupamos de ello no porque queremos volvernos ricos o famosos o conseguir una promoción, sino porque amamos al que necesita que trabajemos, y queremos hacer el mejor trabajo posible para esta persona. Lo que se tenga que lograr se logrará por el peso natural de las circunstancias. 

Esta modalidad de trabajar es enriquecedora, porque cada tarea requiere distintos tipos de esfuerzo, y tenemos que descubrir cuál es el adecuado para cada caso particular. Atentos, siempre, a reflexionar sobre nuestras actitudes, motivaciones al tiempo que observamos cómo las vamos desempeñando en concordancia con nuestros valores. 

El estar quejándonos o sintiendo que se trabaja sin alegría o sin objeto, o no pudiendo alinear los valores personales con los propios de la organización nos quita la capacidad de disfrutarlo. Nos hace sentir insatisfechos, apresurados; nos desgasta, puede enfermarnos. Ni el dinero ni el prestigio justifica que desperdiciemos nuestro tiempo, nuestra vida, única e indivisible, en hacer algo que no sentimos ni como importante, ni como fuente de realización.

Necesitamos sentir que estamos escogiendo trabajar porque un ser humano trabaja para sí y para aquel que lo necesita. Los peces nadan y los pájaros vuelan; los seres humanos trabajan. 

Esta es nuestra vida, nuestra alegría y la posibilidad de desarrollar una actitud y un entendimiento del trabajo que nos va a acompañar a lo largo de nuestra práctica contemplativa, del servicio a los demás, del cuidadado de nosotros mismos y de nuestros seres queridos a lo largo de nuestra vida.


Arturo Emilio Sala

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