viernes, 23 de diciembre de 2011

El descubrimiento de Spinoza: La alegría como fármaco esencial.






Y dale alegría a mi corazón

Es lo único que te pido al menos hoy.

(...)

Y ya verás, como se transforma el aire del lugar

Y ya verás, que no necesitaremos nada más.

Fito Páez


Cosas de Botica

Se denomina medicamento esencial (ME), según la OMS, a aquellos que satisfacen las necesidades prioritarias de salud en la población. La selección viene dada por: pertinencia para la salud pública y la prueba de su eficacia comparativa en relación a su costo y seguridad. La OMS recomienda que los ME estén disponibles en los sistemas de salud en todo momento, en cantidades suficientes, en la presentación farmacéutica adecuada, con las garantías de calidad e información y a un precio que los pacientes y la comunidad puedan pagar, en 135 países ya se han desarrollado guías de tratamiento para las enfermedades y síntomas más comunes. 

La palabra fármaco procede del griego phármakon, que se utilizaba para nombrar tanto a las drogas como a los venenos. 

Históricamente, se ha entendido como sustancia medicinal, independiente de su origen o elaboración, a cualquier producto consumible al que se le atribuyen efectos beneficiosos en el ser humano. En el antiguo Egipto en el papiro Ebers, datado en 1.500 a.C., encontramos una referencia a la variopinta cantidad de medicamentos aplicados por aquel entonces. En el siglo I de nuestra era, Dioscórides escribió "Acerca de la Materia Medicinal y de los Venenos Mortíferos", una compilación de más de 700 sustancias y plantas usadas farmacológicamente[1].


Los venenos de Satanás

Sin duda estamos en terrenos en los que hay que proceder con cautela ya que, es sabido que lo que cura mata y la inversa aún no ha sido científicamente comprobada en toda la gama de posibilidades, entre los venenos estuvieron (¿o siguen estando?) durante muchos siglos la risa[2] y la alegría. 

Sobre los peligros referentes a ellas ha dado cuenta Platón (s.V-IV a.C.) al prevenir “Sobre el peligro de la comedia (la risa o la alegría) y la necesidad de la seriedad.[3]

Por su parte San Agustín (s.IV-V d.C.) destacó oportunamente que: 

Hay algunas otras acciones que ya no parecen propias de los animales, pero que tampoco son en el hombre el exponente de su mayor perfección, v.gr. el bromear y el reír, actos propios del hombre, sí, pero que, a juicio de cualquiera que tenga un juicio cabal de la naturaleza humana son una de sus más ínfimas perfecciones.[4]

Umberto Eco, especialista en Estética Medieval, en su primera obra como novelista, "En nombre de la rosa”, dio cuenta hasta qué punto la risa y la alegría debían ser reprimidas, incluso hasta la ejecución criminal de los alegres atrevidos.

La época en la que se desarrolla la acción es a finales de noviembre de 1327, después de que Luis de Baviera (conocido como Luis IV o Ludovico) entrase en Italia para restaurar el Sacro Imperio Romano; acontecimientos que preceden al llamado Cisma de Aviñon, la acción se sitúa en una Abadía de la orden benedictina. En una zona situada, vagamente, en los montes Apeninos, entre Piamonte, Liguria y la frontera Francesa. 

El poder papal se encuentra en esos momentos en una dura lucha con el poder temporal, el papa francés defiende la teocracia y el emperador alemán no la acepta, al mismo tiempo, el papado, tiene que hacer frente a las herejías. 

Queremos destacar a dos personajes centrales de la novela de Eco: 

Guillermo de Baskerville, franciscano, erudito e investigador sagaz, amante de los libros y de la filosofía, seguidor de Aristóteles y de la inteligencia lógica, que había tenido problemas en su pasado por contradecir un veredicto de la Inquisición. Este personaje es una copia o está inspirado en Guillermo de Ockham. 

Jorge: monje ciego enemigo de la Risa, quien fanáticamente sostiene que el progreso no existe y que las bibliotecas están sólo para la preservación del saber y no para la investigación. El autor homenajea a Jorge Luis Borges bajo esta caracterización. 

El núcleo de la acción se centra en el Libro II de la Poética de Aristóteles dedicado a la risa y por mantenerlo oculto la gente triste e ignorante mata ya que la peligrosa Obra en realidad nunca llegó a ser escrita. 

La peligrosidad de la risa, expresión de la emoción básica de la alegría queda de manifiesto en los siguientes fragmentos: 

—Se habló de la risa –dijo secamente Jorge—. Los paganos escribían comedias para hacer reír a los espectadores, y hacían mal. Nuestro señor Jesucristo nunca contó comedias ni fábulas, sino parábolas transparentes que nos enseñan alegóricamente cómo ganarnos el paraíso, amén. 

—Me pregunto –dijo Guillermo—, por qué rechazáis tanto la idea de que Jesús pudiera haber reído. Creo que, como los baños, la risa es una buena medicina para curar los humores y otras afecciones del cuerpo, sobre todo la melancolía. 

—Los baños son buenos, y el propio Aquinate los aconseja para quitar la tristeza, que puede ser una pasión mala cuando no corresponde a un mal susceptible de eliminarse a través de la audacia, y restablecen el equilibrio de los humores. La risa sacude el cuerpo, deforma los rasgos de la cara, hace que el hombre parezca un mono. 

—Los monos no ríen, la risa es propia del hombre, es signo de su racionalidad. 

—También la palabra es signo de la racionalidad humana, y con la palabra puede insultarse a Dios. No todo lo que es propio del hombre es necesariamente bueno. La risa es signo de estulticia. El que ríe no cree en aquello de lo que ríe, pero tampoco lo odia. Por tanto, reírse del mal significa no estar dispuesto a combatirlo, y reírse del bien significa desconocer la fuerza del bien, que se difunde por sí solo. 

(…) 

—El ánimo sólo esta sereno cuando contempla la verdad y se deleita con el bien que ha realizado, y la verdad y el bien no mueven a risa. Por eso Cristo no reía. La risa fomenta la duda.(…)Y así, al reír, el necio dice implícitamente: «Deus non est». 

(…) 

Jorge hizo un gesto de fastidio: 

—Jugando con la risa me estáis arrastrando a hablar de frivolidades. Pero sabéis bien que Cristo no reía. 

(…) 

—Os pido perdón, venerable Jorge –dijo—. Mi boca no ha sabido ser fiel a mi pensamiento; no quise faltaros al respecto. Quizás lo que decís sea justo, y quizás yo esté equivocado.[5]


La navaja de Ockham corta viejas fórmulas

Guillermo de Ockham fue un filósofo inglés perteneciente a la orden franciscana quien inspiró a Eco para perfilar al personaje de Guillermo de Baskerville. Nació en el Condado de Surrey 1280 y murió en un convento franciscano cercano a Munich en 1349, probablemente a causa de la peste negra. Estudió en la universidad de Oxford y se dedicó a la enseñanza dentro de las escuelas de su orden hasta que en 1324 acusado de hereje tuvo que huir de Aviñon con un grupo de franciscanos críticos respecto de la política eclesiástica de Juan XXII (1328) Primero se dirigió a Italia, para proseguir luego a Munich, donde permanecerá hasta su muerte. 



Su influencia será fundamental para el desarrollo del pensamiento de la modernidad, fue un precursor de las ideas que adoquinarán los caminos que finalmente conducirán a los conceptos que hicieron posible el surgimiento del pensamiento científico de Copérnico y Galileo Galilei. 

Guillermo de Ockham contribuyó a desmontar las bases doctrinales y políticas en que se sostenía el poder medieval del papado. Reduce todo conocimiento a los datos directos que la experiencia brinda, aquello que por ella no sea verificable no provenga de la fe, deberá rechazarse como tal. Esta radical toma de posición fue llamada “navaja” de Ockham, la que le yugula la validez a todos los conceptos que no pudiesen anclar en la experiencia misma. Se desprende de tal operación que todas las especulaciones metafísicas serán para Ockham falsas por operar en el vació sin brindar ningún andamiaje empírico a las ideas que se pretenden sustentar.[6]

Fue uno de los pioneros del nominalismo y puede considerarse uno de los padres de la epistemología moderna por su decidida y estricta argumentación sobre la existencia de los individuos concretos, antes que por los universales, a los que considerará meros productos de la abstracción engendrados por la mente humana y carentes de realidad por fuera de ella. De tal modo establecerá su paternidad sobre las futuras ciencias neurocognitivas. 

Entre los pensadores por él inspirados cabe señalar a Thomas Hobbes, en el que, críticamente, abrevará Baruch Spinoza, y John Locke que también lo influenciará. 

Palpitan nuevas formas de pensar donde el sentir irá cobrando importancia, la mente humana está comenzando a liberarse de una razón exclusivamente teocéntrica para comenzar a pensar en la naturaleza natural del mundo y en los dramas y horrores que en él se suceden. Puerta Magna e indispensable para el desarrollo de la ciencia, de una nueva concepción del mundo y de los valores en los que se sustenta la acción de los hombres y de las sociedades. La tríada Copérnico-Kepler-Galileo diseñará la nueva estructura del Universo; Descartes y Newton, entre otros, reflexionarán sobre el movimiento de los cuerpos; Baruch Spinoza centrará su reflexión ética en el funcionamiento del cuerpo humano y el papel de las emociones y las pasiones que lo conmueven. 

La separación entre razón y fe propuesta por Ockham permitirá que Dios pueda, al fin, descansar y que los dogmas religiosos dejen de ocupar el primer lugar en los esfuerzos de la Razón y de los poderes que políticamente usufructuaban tales instrumentales desvelos. La antropología renacentista comenzaba su esclarecedor y estético camino, del que la alegría dejaba de estar ausente o proscripta, como lo testimoniaban amplias expresiones artísticas. 

Sin embargo no era aún tiempo para la Oda a la Alegría, la An die Freude escrita por el poeta Friedrich von Schiller en 1785.[7]

Los vientos de cambio que venían soplando por aquella Europa del 1300 comenzaron a arreciar hasta ya entrada la modernidad. Cismas, guerras religiosas, odios y ambiciones sucesorias de las que el gran Shakespeare supo dar cuenta de manera genial. Persecuciones sin fin, transformaciones políticas profundas, el Renacimiento pujaba por nacer pero con cada contracción arrojaba nuevas oleadas de herejes, libertinos (de libertos de la opresión dogmática), de innovadores y conspiradores. Perseguidos, muertos, apestados, masacrados. La peste negra y las hambrunas teñían todos los horizontes del mundo mediterráneo. La Guerra de los 30 años incremento los espantos y los esperpentos. Las hambrunas intolerables engendraron bandas de caníbales sin límite ni rumbo. Las juderías huían de un lado hacia otro tratando de escapar de la Santa Inquisición. 


Un protobiólogo, filósofo y pulidor de lentes

Es en el contexto anterior donde definir la delgada línea moral entre el Bien y el Mal, entre las justificaciones morales de unos y otros era por cierto, al menos, poco fácil. Es en tales circunstancias donde florecerá un filósofo singular del que Jorge, no el bibliotecario de la Abadía de Eco sino Luis, el de la biblioteca de la calle México, consideraba: “El mas adorable de los filósofos”[8] y al que en el lapso de diez años le dedicó dos sonetos, en el primero de ellos nos dice de él: 

Spinoza 

Las traslúcidas manos del judío 

labran en la penumbra los cristales 

y la tarde que muere es miedo y frío. 

(Las tardes a las tardes son iguales.) 

(…) 

Libre de la metáfora y del mito 

labra un arduo cristal: el infinito, 

mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.[9]


Bento primero, Baruch después, y finalmente Benedicto, tres nombres para cubrir las vicisitudes de la vida de una sola persona, nació en Ámsterdam en 1632 y murió en La Haya en 1677; procedía de una familia de judíos fugados de España, donde se encontraban forzados a convertirse o morir. Establecidos en Lisboa hasta que la llegada de la Inquisición a Portugal los obligó a huir nuevamente, en esta ocasión, a Roterdam hasta establecerse definitivamente en los Países Bajos. 

Creció en la tradición judía, aprendiendo junto a su hermano la actividad en el comercio paterno de especias. Concurrió a la escuela de la Sinagoga de Ámsterdam donde estudió hebreo y llegó a escribir una Gramática hebrea, profundizó de tal manera la comprensión del Talmud y la tradición de la fe mosaica que se esperaba de él que fuese rabino. 

Sin embargo la fuerte influencia que ejercieron sobre él los escritos de Descartes y Hobbes y estudios realizados en un grupo privado de librepensadores, llevaron a que sus críticas fuertemente inmanentista e históricas al Antiguo Testamento y su posicionamiento político provocaran que en 1656 a los 25 años fuese excomulgado y con ferocidad expulsado de la Sinagoga, la que incluyó un intento de asesinato, de allí que su máxima vital fuese, hasta el fin de sus días, caute: cautela, atención, prudencia. Durante este período escribió un Breve tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad, y parece que también el De la reforma del entendimiento, pero no nos alejemos de la alegría como fundamento de la salud. 

Spinoza a partir de su experiencia de exilio, duelos, persecuciones e intolerancias se pondrá a la austera búsqueda de aquello que le posibilitase “gozar eternamente de una alegría continua y suprema”. 

En esta breve reflexión nos detendremos en algunas puntuaciones sobre su Ética, a la cual Gilles Deleuze considera una verdadera obra de arte y desde ella consideraremos a la luz de las neurociencias la importancia que le otorgó al campo emocional y en particular a la alegría. No recalaremos en las profundidades de su obra, caracterizada por una deslumbrante sistematicidad, ni en las de su vida; ambas de una riqueza difícil de parangonar.[10]

Spinoza descubrió que los hombres no viven únicamente guiados por la razón sino que son los afectos y las pasiones los que llevan a un individuo a actuar de la manera en que lo hace. Es por ello que la existencia humana es guiada tanto por la razón como por los afectos; ambos constituyentes por igual de nuestra propia naturaleza. Ello no hace más que manifestar el llamado conatus según el cual cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance por perseverar en su ser. 

En sus obras Spinoza no emplea las palabras emoción ni sentimiento sino afecto, del latínaffectus, del que nos precisa: “(…) quiero decir las modificaciones del cuerpo, por las que el poder activo de dicho cuerpo aumenta o disminuye, es ayudado o constreñido, y asimismo las ideas de dichas modificaciones[11] Establecerá que el número de afectos no es más que de tres: deseo, alegría y tristeza, los demás sólo serán modulaciones de estos.[12]

Spinoza centra el núcleo fuerte de su Ética en torno, no a las cuestiones del Bien o del Mal, que las considera propias del campo de la Moral, en el cual destaca que no quiere entrar, sino en aquello que genera afectos de tristeza o de alegría, de donde especificará que todo lo que tienda a hacer perseverar la existencia del individuo se asociará a un valor positivo llamado alegría y a la inversa lo que le sea contrario, es decir, que tienda a disminuir el poder de existir del mismo, será un valor negativo denominado tristeza. 


Síntesis: de donde la alegría y lo espiritual son cosas farmacológicamente serias

Lo realmente revolucionario de Spinoza para su época fue considerar al cuerpo como el objeto primero del alma, y a ésta como no otra cosa más que la idea del cuerpo. Agregará el hereje precursor de las neurociencias que lo que corresponde naturalmente a los movimientos de los cuerpos son las percepciones. 

El neurobiólogo Antonio Damasio señala que:


Spinoza parecía haber prefigurado las soluciones que los investigadores están ofreciendo ahora a propósito de varios de tales temas (…) cuando Spinoza decía que el amor no es otra cosa que un estado placentero, alegría, acompañado por la idea de una causa externa, separaba con gran claridad el proceso de sentir del proceso de tener una idea acerca de un objeto que puede causar una emoción.[13]

Destaca Damasio:


Spinoza había descripto una disposición funcional que la ciencia moderna revela como un hecho: los organismos vivos están diseñados con la capacidad de reaccionar emocionalmente a diferentes objetos y acontecimientos. La reacción es seguida por algún patrón de sentimiento, y una variación de placer o pena es un componente necesario del sentimiento.[14]

De esta manera, el sujeto al hacer consciente el deseo y las pasiones las transforma de fuerzas que producen pasividad y esclavitud en afectos esclarecidos por una razón apasionada. Compresión que necesariamente implica una transformación de sí mismo, a través de un perfeccionamiento, basado en someter el deseo a un proceso de conocimiento, el que reorienta las pasiones. 

Spinoza sostiene que el poder de los afectos es tal que la única esperanza de superar un afecto perjudicial es superarlo con un afecto positivo más fuerte, un afecto desencadenado por la razón, por la comprensión diría yo. En sus palabras:


No se puede refrenar o neutralizar un afecto excepto por un afecto contrario que sea más fuerte que el afecto que se quiere refrenar.[15]

·Spinoza superó la tradición dualista de Descartes al negarse a separar la razón de la pasión, la mente del cuerpo, la voluntad del deseo, y el altruismo del amor propio. Por otra parte señalaba que la acción es clave para el desarrollo de las capacidades mentales, ya que la experiencia concreta es la que promueve, en paralelo, el desarrollo de la mente para ampliar la capacidad intuitiva y racional del comprender.[16]

Antonio Damasio considera que hay un Spinoza protobiólogo, un pensador precursor de las neurociencias oculto tras: “…innumerables proposiciones, axiomas, pruebas, premisas y escolios”.[17] Agrega: “… muchos de los avances de la ciencia de las emociones y sentimientos son coherentes con proposiciones que Spinoza empezó a enunciar.[18]

Precisa Damasio:

La emoción y las reacciones relacionadas están alineadas con el cuerpo, los sentimientos con la mente. La investigación de la manera en que los pensamientos desencadenan emociones, y en que las emociones corporales se transforman en el tipo de pensamientos que denominamos sentimientos o sensaciones, proporcionan un panorama privilegiado de la mente y el cuerpo.[19]

Para este investigador la proeza de Spinoza radica en haberse anticipado a la necesidad actual de:

(...) comprender qué son los sentimientos, cómo funcionan y qué significan es indispensable para la construcción futura de una teoría de los seres humanos más precisa que aquella de la que disponemos ahora; una teoría que debería tener en cuenta avances de las ciencias sociales, la ciencia cognitiva y la biología.[20]

Párrafo más adelante se pregunta: ¿por qué Spinoza? Y responde:


Spinoza es absolutamente relevante para cualquier discusión sobre la emoción y el sentimiento humano. Consideraba que los impulsos, motivaciones, emociones y sentimientos (un conjunto que él denominaba afectos) eran un aspecto fundamental de la humanidad. La alegría y la pena constituían dos conceptos prominentes en su intento de comprender a los seres humanos y de sugerir maneras en las que éstos podían vivir mejor su vida.[21]

Concluye Damasio su indagación refiriéndose a las bases neurobiológicas de lo espiritual destacando que:


Lo espiritual es un índice del esquema de organización que hay detrás de una vida que está bien equilibrada, bien templada y bien intencionada. Se podría aventurar que quizás lo espiritual sea una revelación parcial del impulso en marcha que hay tras la vida en algún estado de perfección

Agrega que:

(...) las experiencias espirituales son humanamente nutricias” Y con respecto al filósofo escribe: "Creo que Spinoza acertó de pleno en su visión de que la alegría y sus variantes conducen a una mayor perfección funcional. El saber científico actual en relación con la alegría apoya la idea de que debe buscarse de manera activa porque contribuye, efectivamente, a la prosperidad; del mismo modo que la aflicción y los afectos asociados deben evitarse porque son malsanos.[22]

Sin lugar a dudas Spinoza también se anticipó al descubrimiento de los medicamentos esenciales, sus meditaciones son sobre la vida y no sobre la muerte, su ética es una invitación a la práctica de la alegría, su filosofía un compromiso con la acción y el conjunto de su obra y su vida, incluyendo el perfecto pulido de cristales para la observación de lo microscópico o de los espacios siderales, constituyen la clave de lo que denomino estética decisional [23], es decir el arte de decidir -con cautela o prudencia- hacer en cada momento de nuestra vida una obra plena, serena y centrada, que nos permita ser capases de crear y de conducir, de amar y ser amados, de convertir la alegría y la empatía en modalidades básicas de la prevención y los autocuidados. 


Arturo Emilio Sala 



NOTAS
[1] Dióscorides, Plantas y remedios medicinales. Madrid, Gredos, 1998 
[2] Se refiere a la risa plena que emerge del vació de un ser plenificado, no a la exteriorización maníaca de un disparador social o afectivo 
[3] Platón. Las Leyes, 816d—817a. México, Porrúa, 1991 
[4]San Agustín .Del libre albedrío. Madrid, BAC, OC., Vol.III, Libro I, p.1279, 1982. 
[5] Eco, U. El Nombre de la Rosa. Barcelona, Lumen, capítulo: Segundo Día. TERCIA , 1982. 
[6]Para ampliar puede consultarse: R. Xirau. Introducción a la Historia de la Filosofía. México UNAM, 2007. 
[7] En 1793, a la edad de 33 años, Ludwig van Beethoven conoció la obra del escritor alemán, y desde ese momento manifestó su deseo de ponerle música, surgiendo así su Novena Sinfonía en RE Menor, Op. 125 cuyo movimiento final es para coro y solistas sobre la Oda de Schiller. Esta pieza musical ha pasado a ser en la actualidad el Himno de la Unión Europea.
[8]Así titulo la conferencia que pronunció sobre Spinoza en abril de 1985 en la Sociedad Hebraica Argentina, allí reconoció: “Me he pasado la vida explorando a Spinoza”. Sobre el se había propuesto escribir un libro y en su biblioteca atesoraba varias ediciones de la "Ética", en alemán, en francés, en inglés, como también una extensa bibliografía sobe el filósofo maldito. 
[9] Borges, J.L. Obra Poética (1923/1985), Buenos Aires, Emecé, 1995;p.262 
[10] Recomendamos a quienes deseen hacerlo consultar: Chatier, E. Spinoza. Su vida, su obra, su pensamiento. México, Ed. América, 1941. Deleuze, G. En medio de Spinoza. Buenos Aires, Cactus, 2008. Gebhartdt, C. Spinoza. Buenos Aires, Losada, 2008. Jacquet,Ch. Spinoza o la prudencia. Buenos Aires, Tinta Limón, 2008.Tatián, D. Spinoza. Una introducción. Buenos Aires, Quadrata-Biblioteca Nacional, 2009. Spinoza, B. Ética. Ed. Trotta. Madrid. 2005. Spinoza, B.Ética. Ed. Trotta. Madrid. 2005.Onfray,M. Los libertinos barrocos. Contrahistoria de la filosofía, III. Barcelona, Anagrama, 2009. Stewart, M. El hereje y el cortesano. Spinoza, Leibniz, y el destino de Dios en el mundo moderno. España, Buridán. Las obras fundamentales de Baruch Spinoza son las siguientes: Spinoza, B. Correspondencia. Madrid, Alianza 1988. Ética. Madrid, Alianza, 1987; o la aconsejable edición de Ed. Trotta. Madrid, 2005. Tratado de la reforma del entendimiento. Madrid, Alianza, 1988. Tratado Político. Madrid,Alianza,1986.Tratadoteológico-político. Madrid,Alianza,2008
[11] Spinoza, B. Ética, III 
[12] Consúltense las definiciones de alegría y tristeza dadas en el escolio de Ética, III, proposiciones 3 y 11. En el libro IV, proposición 35, escolio. Se pude leer en ella lo referido a la buena risa, la risa ética como contraria a la sátira y precisiones sobre la alegría y la tristeza 
[13] Damasio, A. En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y de los sentimientos. Barcelona, Crítica, p.17. 
[14]Ibid. p. 17 
[15] Spinoza, B. Ética, IV, proposición 7 
[16] Ibid. II,def.7 
[17] Damasio, A. op. cit., p.20 
[18] Ibid. p.20 
[19] Ibid. p. 13 
[20] Se entiende por sentimiento a alguna variante de la experiencia de dolor o placer tal como ocurre en las emociones y los fenómenos con ellas relacionados. En castellano los sentimientos son más intelectuales o espirituales y las sensaciones más corporales o materiales. Según el Diccionario de la Lengua Española la sensación es la impresión que las cosas producen por medio de los sentidos, y el sentimiento el estado afectivo producto de causas que lo impresionan vivamente. 
[21] Ibid. p.14 
[22] Ibid. p.263 
[23] Tema que desarrollaremos en una próxima reflexión

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