En: ERGO. Revista de la Asociación De Recursos Humanos de la Argentina (ADRHA). Bs. As., Abril 2010.
En mi fin está mi principio
T. S. Eliot [1]
Al invitarme Daniel Maggi a hilvanar algunas ideas sobre la confianza, tema del presente número, recordé aquel Soneto a Orfeo en el que, con certeza, señala Rainer Maria Rilke: “En ningún lugar amada, encontraremos al mundo, sino en nuestro interior”.
Reconocer lo que nos nutre y configura, con sosegado agradecimiento, es como dejar salir, como permitirle volar a aquello que profundamente nos constituye y nos arroja a las aguas del con-vivir.
Acróbatas de la existencia podemos sobrevolar nuestros territorios y explorar senderos desconocidos si en el fundamento encontramos el reconocimiento y la alegría [2]. Es que sólo a partir de tal acción de nosotros con nosotros mismos se nos abre verdaderamente la confianza. La que en un primer acercamiento se nos aparece como el éxtasis del ser realizado.
En el paseo otoñal que apenas iniciamos, con la confianza del mero andar, ya se nos han acoplado, susurrantes, Eliot, Rilke y el inefable Baruch Spinoza sin habernos acercado aún a los bosques de Apolo Lykeios.
Aristóteles, cuentan los que lo conocieron, era coherente con lo que enseñaba y escribía. Una buena persona, un maestro singular que sin duda confiaba en lo que sabía, confesaba aquello que aún no conocía y estaba tranquilo consigo mismo, a pesar de numerosas coyunturas no muy gratas ni serenas por las que tuvo que atravesar en su vida. Era sin lugar a duda alguien en quien muchos confiaban, empezando por él.
Para ordenar nuestro andar por los tiempos del principio tenemos que detenernos en Sócrates, maestro de su maestro, Aristocles Podros, poseedor de unas anchas espaldas por lo que lo llamaban Platón.
Sócrates dio cuenta con precisión de los componentes básicos de la confianza, sin embargo es uno de los personajes de la filosofía occidental más teñidos por la desconfianza.
Albert Schweitzer llegó a escribir que sobre las fuentes de la información histórica estamos mejor situados tratándose de Jesús que de Sócrates, ya que al nazareno lo describieron gentes sencillas, humildes, de pueblo y sin estudios; en cambio del ateniense todo lo que sabemos es lo que de él construyeron gentes de letras, quienes ejercitando su capacidad creativa realizaron varios retratos poco coincidentes [3].
Estamos en problemas.
Si para comenzar a hablar de la confianza ponemos en duda a quien estableció, a nuestro entender, sus fundamentos y desconfiamos de quienes se ocuparon de él o de su sombra hace más de 2400 años (o de quien sostiene impunemente haber leído sus obras completas) hace falta algo previo.
Caminar confiados, para ello es preciso primero estar sereno, sosegado, agradecido a la naturaleza por habernos dado lo que nos dio, saber cuidarlo, cuidar y ser cuidado, generar espacios amigables que permitan sentirse contenido, ser capaz de discernir, de deliberar, de tener la formación básica para poder filtrar las informaciones, de aplicar el juicio crítico y elegir, desapasionadamente, tomar un camino entre las sombras y no otro, aunque tuviese mejor llegada de los rayos solares y ser un ciudadano digno de la polis o de la organización política.
Nos estamos adelantando en el paseo, en síntesis hemos anticipado el modelo básico de gestión aristotélico.
Es que fue justamente la Grecia de aquellos tiempos la que comenzó a debatir estos temas cruciales. “Con el cambio que le sobrevino a la filosofía en el siglo V nos adentramos en la discusión de cuestiones que son hoy tan relevantes como lo fueron la primera vez que las plantearon los Sofistas. (…) cuestiones que nunca han perdido su interés en el curso de toda la historia del pensamiento occidental.”[4]
Serenadas la aguas de la crítica especializada puede confiarse en que Sócrates nació en Atenas en el año 470 a.c. y murió en el 399 a.c. Su vida fue un singular ejemplo de unidad entre teoría y conducta, entre pensamiento y acción. Llamó a su método mayéutica, palabra que designaba al arte obstétrico y que aplicó en homenaje a la profesión de su madre.
Su estrategia de partero apuntaba a sacar fuera la verdad, a hacerla estallar, para que cada uno reflexionase, discerniese y se ocupase por ser mejor, como persona, como productor, como estratego, como político y como ciudadano.
Sócrates estableció el trípode sobre el que puede sostenerse el campo de la confianza en uno mismo a través de las siguientes puntuaciones:
Conócete[5] - Ocúpate[6] - Obedécete[7]
Aquel que se conoce y se ocupa en ser mejor para sí y para su comunidad será el llamado -mucho más tarde- hombre auténtico; el que obra por sí, para sí y para los otros. De tal manera, en aquel mundo acosado por la corrupción, cada ciudadano convertido por la mayéutica representaba una mejora para las leyes, los valores y comportamientos, es decir un incremento de la confianza del conjunto.
Su desafío sigue vigente.[8]
En el año 384 a.c. en una pequeña localidad macedonia cercana al Monte Athos, llamada Estagira, Nicómaco un médico perteneciente al linaje de los Asclepíades tendrá un hijo al que llamará Aristóteles, por haber nacido donde nació será también conocido, como era costumbre en la época, como el Estagirita.
De niño será iniciado por su padre en los secretos y prácticas del modelo terapéutico, es decir del arte de investigar y de cuidar, transmitido de generación en generación por su familia. De allí su interés por la biología, tempranamente evisceraba y estudiaba embriones, lo suyo era la observación y la contrastación empírica de datos, la investigación experimental y las ciencias fácticas.
A los 17 años, huérfano de ambos progenitores, es enviado a estudiar a la Escuela de Platón.
Opuesto a su maestro, consideró que las ideas o conceptos universales no deben separarse de las cosas, sino que estaban inmersos en ellas. Luego de trabajar como preceptor de Alejandro Magno de regresó a Atenas en el año 355 crea el Liceo en el conocido Bosque de las Musas, por cuyos arboledas y lagunas paseaba con sus alumnos construyendo teoría al modo artesanal, observando, escuchando, deduciendo. A tales caminatas se las llamaba peripateo, y por hacerlo a la sombra se les decía peripatoi. Desde entonces a los que pasean argumentando a la sombra se los llamó peripatéticos. Alejandro le dio la posibilidad de organizar una vasta colección de ciencias naturales y disponer de una importante biblioteca.
La mayor parte de sus obras las escribió como apuntes para discutir en tales caminatas o como producto de ellas a lo largo de los trece años (335-322) que permaneció como profesor en el Liceo. Se resumen en la analítica precisa de la naturaleza en todos sus aspectos, la comprensión de lo que hace que un pez sea un pez y un vertebrado un vertebrado. Busca precisiones, definir lo que un animal es, aquello que hace que sea ese y no otro. Su ambición se centra en la búsqueda de las esencias que definen el ser de los entes, de la política y de la búsqueda de la felicidad, del ser bueno y capaz de ser dueño de si mismo.
Es decir que la práctica contemplativa propia de la filosofía era la única que permitía alcanzar la sabiduría y garantizarnos la felicidad gracias a tal capacidad de discernimiento.
Puntuaciones claves de la confianza en Aristóteles:
La Polis[9] como la comunidad de personas similares representa la forma madura y autosuficiente de la comunidad humana, la capacidad para la vida en ella es lo que nos hace humanos. Dado que el hombre es naturalmente incapaz de vivir sólo de allí que su realización sólo se puede producir en tanto elige vivir entre amigos, o semejantes, de acuerdo con la virtud, puesto que si no existiese una finalidad virtuosa no existiría la comunidad política.
Si cada ciudadano es virtuoso la polis, por ellos conformada, lo será en consecuencia; establece el concepto de virtud en el justo medio (mesotés) y sostiene que: “Se puede observar lo mismo de forma aún más reconocible en lo siguiente: tener sabiduría y conocimiento es deseable en sí mismo para los hombres –pues no es posible vivir como hombres sin ambas cosas-, y es útil para la vida, pues nada bueno nos ocurre que no se realice tras haberlo razonado y producido según la sabiduría.”. [10] [11]
Este formarse para lo socialmente beneficioso exige un arte de vivir.
Tal arte requiere el cuidado de sí o philautía, el saber cuidar de uno permite cuidar y disfrutar de los otros a través de la philía o amistad, dado que los amigos son intrínsecamente buenos por ser ellos la forma buena de algo necesario. Precisa el Estagirita que cada espíritu es más plenamente estimulado por el contacto con otros espíritus, por ello el amigo es clave en la convivencia y en el intercambio de pensamientos. El hombre feliz tiene todo aquello que es un bien por naturaleza y es claro que pasar los días con amigos y hombres buenos es mejor que pasarlos con extraños, uno esta en confianza en un caso y en el otro debe al menos andarse con cuidado.
Una de las actitudes claves en la amistad es la boúleusis, o estado de deliberación, espacio de producción de sentidos en los que se ejercita la phronesis o virtud política de la prudencia, manteniendo la sophorosýne o moderación, es decir el equilibrio entre opciones y placeres.
El entretejido virtuoso de lo anterior es lo que constituye tal arte de vivir o eudaimonía, es decir la buena vida, aquella feliz y plena. Para Aristóteles -el terapeuta, el que aplica el modelo médico de los Asclepíades a un modo sabio de filosofar, o a un preciso modelo de gestionar- la vida humana no radica en el mero vivir sino en el vivir bien, productivo y creador.
Sócrates, Platón y especialmente Aristóteles formaban parte de una larga tradición griega donde la filosofía se centraba en el modelo médico, para el cual recuperar la salud era recuperar el juicio crítico, el discernimiento la sabiduría y la confianza que permitiesen “La famosa comparación de los logoi a medicamentos (phármaka) (…) [los que] tienen el poder de <<>>”[12]
Precisa Aristóteles:
"De este modo, los pensamientos que son deseables por la sola y pura contemplación, son superiores y de más valor que los empleados para otras cosas. Las contemplaciones son valiosas por sí mismas y además es deseable en ellas la sabiduría propia del entendimiento, mientras que las dependientes de la sensatez son deseables por las acciones que de ellas derivan, de modo que lo bueno y valioso se halla en las contemplaciones dependientes de la sabiduría, no ciertamente en unas contemplaciones cualesquiera."[13]
Y las enseñanzas del Estagirita iniciaron su larga navegación.[14]
San Agustín brindó la cifra exacta de la confianza al escribir: “Ama y haz lo que quieras”, sin vacilar la colocaba en el ser capaz de amar, sin concesiones, incondicionalmente, con abnegación.
La confianza actúa como una potente levadura al interior de las organizaciones, su capacidad de expandirse, de levar, de levantar anclas hacia un rumbo establecido y grupalmente a-cordado.
Compartir, en confianza, logra crecimientos duraderos, es que en cada maniobra de la navegación se acrecienta la calidad del entretejer relaciones y de profundizar vínculos. Crecimiento del respeto por el saber hacer de cada miembro de la nave, el que por su responsabilidad específica fortalece la alianza que toda esponsabilidad requiere, emulante y solidaria. “Pues el sabio es el único que vive como (…) un buen piloto, amarra los principios de su vida en las cosas eternas y permanentes, echa ahí el ancla y vive según su propio criterio”.[15]
Sin dudarlo sostengo que tal recorrido representa el nodo valorativo de los activos intangibles de toda organización centrada en la confianza, el sosiego y la bondad, pilares de la calidad de las producciones que en tal equipo se encaren.
La tecnología y la profesionalidad estarán dadas por la excelencia del diseño arquitectónico de la embarcación y los cuidados que el conjunto se brinda así mismo y a sus obras, en cada momento de la travesía.
Contrario sensu podemos deducir que las políticas centradas en el ejercicio autocrático del poder, la obediencia acrítica, la conformidad y circulación de medias verdades por el cuidado de parcelas, aunadas a las rutinas centradas en las panoplias de la competencia y la acumulación de conflictos y desconfianzas están evolutivamente signadas a la decadencia y extinción.
Reconocerlo no es fácil, pero es cierto que los tiempos evolutivos son largos, e implacables y la desaparición se presenta sin retorno.
Es en este contexto es en el que cobra sentido la vieja, pero no por ello menos potente, clasificación de Políticas de Bondad o Políticas de Fuerza. Hasta hoy han tenido un protagonismo estelar las segundas, así andamos por los caminos escabrosos de las montañas sin la primera. Tal vez sea esta la ocasión de reflexionar sobre ellas, digamos que por una cuestión de perfomance evolutiva.
Aldous Huxley ha escrito que el arte de lo que puede llamarse política de bondad, en contraposición a la política de fuerza, es aquel capaz de organizar en escala amplia los valores éticos que posibiliten acciones y tratos: “…señalados por el desinterés y la serenidad, la verdad coherente y una total ausencia de miedo” y precisa magistralmente que estas cualidades son el fruto de la experiencia y del conocimiento que el líder transfiere confiadamente en cada manifestación de la práctica cotidiana, acción que robustece “…enormemente estas metodologías y le proporciona a quien las vive una extraña especie de autoridad no coercitiva sobre sus prójimos”
Agrega el notable escritor inglés que la esencia de esa autoridad es puramente espiritual y no esta asociada con ninguna de las sanciones ordinarias de poder, posición ni riqueza.
Concluye su reflexión sobre este tema destacando que:
"Aunque la tentativa de sustituir la política de fuerza por la de bondad no podrá nunca ser completamente lograda, sigue siendo cierto que los métodos de la última combinados con el adiestramiento individual en la práctica contemplativa, son los únicos que proporcionan los medios por los cuales las sociedades humanas pueden volverse un poco más satisfactorias que lo que han sido hasta el presente. Mientras no se adopten, podemos esperar ver una continuación indefinida de las tristemente familiares alteraciones entre el extremo del mal y un bien imperfecto y auto embrutecedor."[16]
La confianza sostenida en las nubes del ego o de la soberbia es el pasaporte a los mayores peligros con los que el ser se pueda enfrentar y, a su vez, la vía regia a los desastres a los que decisiones centradas en ella pueden conducir.
La confianza en sí mismo transforma al miedo en coraje, a la presencia en impecable, disuasiva y emulativa; pero atención, tal confianza es el resultado de un proceso, de una verdadera artesanía interior.[17]
Desde aquí las acciones pueden ser la puesta en acto de un carácter virtuosamente direccionado, impecable en su efectos, o un mero acting out o accionar por compromiso, carente de contenido.
Por otra parte confianza más abnegación representa una singular cifra virtuosa, una verdadera apertura al servicio.
Recordemos que la virtud no es otra cosa más que un afecto apasionado, el que sosegado y orientado nos conecta con lo unitivo, con la totalidad del ser integrado.
Es decir, en confianza, “…nosotros, que sólo logramos no ser derrotados porque hemos perseverado.”[18]
Arturo Emilio Sala
NOTAS
[1] Eliot, T.S. Cuatro cuartetos. Madrid, Cátedra, 1987,p.117
[2] Spinoza centrará su Ética más que en las nociones de bien o mal en lo que denomina afectos de tristeza o alegría, cada uno de ellos efectúan la potencia de tales estados; aumentando la alegría o intensificando la tristeza, en línea con las actuales investigaciones en neurociencias. Una excelente introducción en: Deleuze,G. En Medio de Spinoza. Buenos Aires, Cactus,2008 y :Damasio, A. En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos. Barcelona, Crítica, 2005
[3] Schweitzer, A. The Quest of the Historical Jesus. London, 1954, p. 6 cit port: Guthrie, W.K.C. Historia de la Filosofía Griega . Siglo V. Ilustración, t. III. Madrid, Gredos, 1988, p.315. Excelente fuente de referencia para ampliar la cuestión planteada.
[4] Guthrie, W.K. C. op. cit ,p, 15
[5] Para ampliar las puntuaciones ver:Fedro 229.Platón. Diálogos,tIII, Madrid, Biblioteca Clásica Gredos,1986
[6]Apología: 30 b-c .Platón. Diálogos,t,I. Madrid,Gredos,1981
[7] Apología: 29 d. Platón, op.cit
[8] Para ampliar puede consultarse: Santiago, G. Intensidades filosóficas. Sócrates-Epicuro-Spinoza-Nietzsche-Deleuze. Buenos Aires, Paidós, 2008
[9] Hoy podemos equipararla también con la Organización.
[10] Aristóteles. Protréptico. Una exhortación a la filosofía. Madrid, ABADA, 2006, p.71.
[11]A la polis griega le corresponde, pese a sus limitaciones, una dignidad fuera de discusión, ha escrito nuestro amigo el filósofo español Alberto Sucasas
[12] Nussbaum, M.C. La terapia del deseo. Teoría y práctica en la ética helenística. Barcelona, Paidós, 2003, p.78. Para ampliar ver: Hadot,P. Ejercicios Espirituales y Filosofía Antigua. Madrid, Siruela, 2006
[13] Aristóteles, Protréptico, op. cit. p.65
[14] Para las referencias al Estagirita comentadas ver: Aristóteles. Ética Nicomaquea-Ética Eudemia. Madrid, Biblioteca Clásica Gredos, 2003
13 Aristóteles, op. cit, p. 81
[16] Huxley, A. Eminencia Gris. En: Obras Completas, t. .III. Barcelona, Plaza & Janes, 1969, p. 853-854
[17] . Este proceso es el que llamamos Self Awareness Working (SAW)
[18] Eliot, T.S., op.cit. p.137
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