El pensamiento complejo es el opuesto a las manipulaciones mutilantes, negadoras, unidimensionales y reduccionistas que articulan dispositivos cuya principal operación se dirige a controlar y dominar, supuestamente, la realidad.
Ni trivial, ni trivializante, se diferencia del pensamiento simple –que nosotros denominamos coloidal–, el cual intenta resolver problemas banales o complejos, sin plantearse jamás serias cuestiones metodológicas acerca de los modos del pensar, asumiendo, no obstante, pretensiones de cientificidad en sus producciones intelectuales.
De esta manera, se alimenta una nueva ceguera ligada al uso degradado de la razón, la cual termina generando organizaciones del conocimiento incapaces de reconocer y de aprehender las complejidades de lo real.
Los coloides se definen en la actualidad como sistemas en los que existen dos o más fases, una llamada dispersa distribuida en otra a la que se considera continua. En los niveles del pensar que estamos analizando, la última estaría constituida por la ideología de base del autor, con la cual configuraría una autopista discursiva construida con los recortes o fragmentos de valores fundantes del conocimiento y de las tradiciones populares y religiosas, descontextualizándolos. Es decir, arrancándolos de la trama y urdimbre que, como tejido o texto, le daba sentido y orientación cognitiva. Sobre tal pista de circulación comenzará el despliegue de la segunda, la dispersa, es decir, aquella que la supuesta creatividad o los interese de tal tipo de pensador le posibilite.
Se produciría entonces, una narración híbrida, basada en recortes, pegoteos, bordados –en los mejores casos-, que constituyen un conglomerado de consejos y seudoenseñanzas, sostenidas por seudoexperiencias al gusto de los doctrinarismos o dogmatismos, propios de la enloquecida razón de nuestra modernidad.
Hoy más que nunca es como si todos estuviésemos sometidos al terrible influjo de la mirada de Medusa, cuyos ojos ubicuos se transfiguraron en pantallas de televisón o en monitores de PC.
En nuestras sociedades, el morar en le presente a veces parece tener un carácter predatorio, como si –en la incertidumbre de todas las cosas- nos entregáramos a ventajas casuales por temor a que situaciones análogas no se repitan.
Y agrega luego:
En algunos casos esto lleva a concebir la existencia individual como un bricolage de experiencias dispersas, provisorias y rectificables. Se está siempre abierto a la irrupción de lo nuevo y de lo imprevisto (una vez que están previamente “normalizados”) pero menos implicado en proyectos de construcción del provenir que no sean meramente técnicos.[6]
Sin embargo, sin cesar nos invitan con la seducción perversa y gelatinizante: “¡Vive la experiencia! ¡Vívela Ya! ¡Compra en cuotas la fábula de la felicidad, en ella encontrarás las claves del éxito, de la autoestima, del autoencuentro, del autoegoísmo, de la autodependencia y de la autoindependencia!”
Lo que observamos en ellas es que la redundancia denuncia la inquietante falta de una verdadero y concreto autós, protagonista de verdaderos procesos autónomos, en el orden de la experiencia personalmente vivida y coherentemente sostenida.
Ser feliz se ha convertido en un maníaco objetivo del marketing contemporáneo, sin esfuerzo, sin proceso, sin el peso de experimentar la vida por uno mismo, simplemente es cuestión de leer al que ha leído un poco más, de seguir al que se autoproclama peregrino.
Agamben nos recuerda con precisión:
Actualmente ya nadie parece disponer de autoridad suficiente para garantizar una experiencia y, si dispone de ella, ni siquiera es rozado por la idea de basar en una experiencia el fundamento de su propia autoridad. Por el contrario, lo que caracteriza al tiempo presente es que toda autoridad se fundamente en lo inexperimentable y nadie podría aceptar como válida una autoridad cuyo único título de legitimación fuese una experiencia (…) Lo cual no significa que hoy ya no existan experiencias. Pero éstas se efectúan fuera del hombre. Y curiosamente el hombre se queda contemplándolas con alivio.[7]
Para la primera edición del reality show argentino Big Brother, ¡oh excúsenme!, quise decir Gran Hermano, quedó claro que en realidad el mayor desafío, en términos de experiencia, para concursantes y televidentes –como lúcidamente anotó la periodista Adriana Bruno- fue el resistir a la nada del ocio y la convivencia más improductiva…, excepto viscosidades de todo tipo y un vasto abanico de coloidales elucubraciones.
Según Michel de Certeau:
Sin duda, es ésta la consecuencia más importante y más paradójica del desarrollo de los mass media. Se establece una separación entre lo que se dice, pero que no es real, y lo que se vive, pero que no se dice. El lenguaje se convierte en ficción en relación con la realidad cotidiana que ya no tiene lenguajes. En la sociedad del espectáculo, la superproducción de los significantes tiene por efecto la imposibilidad de encontrar la expresión propia.[8]
Lo alarmante es que para la segunda edición ya se han inscripto para participar de la supuesta experiencia 85.000 jóvenes argentinos, de los que han sido seleccionados doce para convivir durante 112 días y filmados en forma continua durante 24 horas.
Licuados de modalidades de pensamiento que han sido dados en llamar light, estas alquimias excrecencias del pensamiento de la tardía modernidad, son precipitadas como el viscoso pensamiento coloidal. Aquel que posibilita:
(…) una mutación sin precedentes en el conocimiento: éste está, cada vez menos, hecho para reflexionar sobre él mismo y para ser discutido por los espíritus humanos, cada vez más hecho para ser engranado en las memorias informacionales y manipulado por potencias anónimas, empezando por los jefes de Estado. Esta nueva, masiva y prodigiosa ignorancia es ignorada, ella misma, por los sabios. (…) Los problemas humanos quedan librados, no solamente a este oscurantismo científico que produce especialistas ignaros, sino también a doctrinas obstrusas que pretenden controlar la cientificidad.[9]
Consideramos a tal modalidad del pensar como la gramatología articuladora de la Nueva Gran Vulgata, mal conocida como pensamiento único. Es que, bajo su aparente homogeneidad dicho término encubre las múltiples estratificaciones que alcanzan las viscosas máscaras del pensamiento coloidal. Lo que impide o altera una comprensión fenomenológica profunda.
Si nos detenemos a considerar el siguiente ejemplo quedará, tal vez clara, la diferencia básica que pretendemos establecer:
En años recientes, los economistas han usado la teoría económica para explicar conductas fuera del mercado monetario (…) Como resultado, la discriminación racial, la fertilidad humana, la política, el delito, la educación (…), el ocio y otras conductas han sido mejor entendidas.[10]
El autor de referencia sostiene en la citada obra que “el análisis económico es aplicable a toda conducta humana”. Si por lo homogeneizado lo consideramos como pensamiento único, perdemos las claves hermenéuticas para interpretar y dimensionar la densidad de los estratos que atraviesan a tan liviana conclusión.
Por el contrario, si determinamos la composición y procedencia de los coloidales grumos, podremos aplicar una hermenéutica genealógica que nos permita precisar los procesos perversos que atraviesan el corpus discursivo de la Gran Vulgata.
Al respecto, una atenta voz ayuda a situarnos:
Al explorar las dinámicas del intercambio, la competencia y la publicidad, notábamos que vienen configuradas (el destacado es nuestro) grandemente por el carácter abstracto de la relación (…) Así pues, para actuar de manera humanizadora dentro de un mercado, lo primero es no abstraer lo que son siempre relaciones personales concretas. (…), porque el mercado carece de consistencia propia aparte del proyecto humanizador de la sociedad.[11]
Esa configuración que viene abstrayendo o dispersando constituye justamente una de las operaciones discursivas propias del que denominamos pensamiento coloidal.
Se trata de la estandarización de modalidades de pensamiento basadas en el recorte y en el pegoteo de ideologías o conocimientos dispares, arrancadas de su realidad histórica, vaciadas de los sentidos y contenidos concretos que pudieron haber llegado a tener en el marco tradicional en el que surgieron.
Metafóricamente podríamos representar esta modalidad viscosa de pensar como cartas náuticas especialmente construidas para náufragos con los restos de mapotecas destruidas por una gran inundación.
Se trataría de un ambicioso y soberbio intento de ayudar, guiar y orientar a los perplejos que Maimónides[12] no llegó a conocer, abandonados en los mares de la globalización con patchworks cartográficos donde se encuentran rutas, rumbos y posibilidades de navegación, que conducirán a fantásticos y virtuales laberintos sin salida del ciberespacio de los megacontinentes coloidales. Lugares emblemáticos de la desquiciada razón donde hoy más que en el alejado ayer, se construye la nueva Torre de Babel.
Cuenta la tradición bíblica que la
Torre de Babel fue dejada de construir cuando Yahveh generó la confusión y, por lo tanto, de los saberes, puesto que los hombres pretendieron, con desmesurada soberbia, hacerse famosos alcanzando el conocimiento sólo reservado a Él.
Cabe destacar que lo fundamental de la maldición divina no consistió en la confusión de las lenguas, sino en la dispersión de los saberes y la deportación de los hombres.
André Neher señala en su obra El exilio de la palabra[13]:
En el mundo de Babel hay una suerte de asfixia del habla, puesto que en él las palabras se intercambian, indiferentes, semejantes unas a otras, al modo de piezas monetarias, valoradas por su peso y no por su calidad. La palabra se ha convertido en unidad económica, no de una economía cualitativa que conoce el precio de la palabra y sólo quiere pronunciarla cuando merece la pena, sino de una economía cuantitativa que distribuye las palabras a prorrata de su eficacia y de las necesidades mecánicas de su uso. La palabra-cosa de Babel se halla íntegramente bajo el signo del tener.[14]
Al cerrarse Babilonia con sus murallas exteriores alquitranadas sobre la torre y ésta sobre sí misma mediante delicadísimas argamasas se produce, como dirá Neher, un proceso concetracionario que amordaza la palabra.[15]
Lo cierto es que al plegarse en espiral ascendente el lenguaje de un cierto saber, al tiempo que se construía la Torre el hombre descendía cada vez más por las escaleras interiores hacia el estado de cosa.
Según el Midrás, observa Neher, nadie se preocupaba por si un operario caía del andamiaje de la Torre; sin embargo, la rotura de un ladrillo provocaba duelo y llantos. Ya entonces el proceso helicoidal por el cual se objetivaría al sujeto y subjetivaría el objeto comenzaba su infernal ronda.
Ese Midrás no sólo pone el dedo sobre el fenómeno de la reducción de lo humano, característico del sistema concentracionario, y sobre la valoración del producto respecto al hombre productor en el sistema económico totalitario.[16]
Así, como se tratara de huevos de serpiente en nidadas protegidas, se incubaron la discordia, la incomprensión y la confusión en los dispositivos del habla, que en forma de artificio maldito se empleó en tales condiciones como máquina guerrera a partir de la Torre.[17]
Mejoró, con el correr del tiempo, su enriquecimiento en las artes del enfrentamiento, la proclamación de los odios y las diferencias. Profundizó la desdicha y aislamiento de los discriminados, de los masacrados y de todos aquellos que como Tobit y Jeremías comenzarían la larga marcha de los deportados.
Gracias a las planchas con escrituras cuneiformes[18] descubiertas en las excavaciones llevadas a cabo por el arqueólogo Austen Henry Layard en noviembre de 1845 en las colinas de Nemrod, a orillas del Tigris, pudimos enterarnos de antiguas novedades, tales como que una:
(…) minoría gobernaba omnímodamente sobre una masa gris oprimida, sin derechos, reducida a las condiciones más duras de trabajo, a la esclavitud, a pesar de que más de una vez se les reconociera la libertad. En ampulosos documentos de estilo muy parecidos a los de hoy, se pregonaba el trabajo por el bien común, hacer la guerra a favor del pueblo y sacrificarse por el país, pero éste siempre fluctuante y oscilando entre la revuelta social y la servidumbre voluptuosa, era una masa ciega, crédula y dispuesta al sacrificio como las reses que se hallaban en los grande patios de aquellas ciudades; que ya no son de una dios, sino de muchos, traídos a menudo de lejanas tierras, desprovistos de su antiguo vigor generador, ciudades de mentira, y de lo que hoy llamaríamos propaganda: política convertida en oficio al servicio permanente de la mentira.[19]
Las palabras nacidas para expresar estados del alma y compartir problemas se transformaron, también, en malditas quimeras transgénicas, articuladoras de la mentira. Constituidas ya desde el decir de Aristóteles en su Retórica, de una las artes de la trampa y del engaño, junto con la cosmética y la culinaria, son empleadas, según el filósofo para ocultar y desfigurar aquello que algo es y hacerlo parecer de otra forma.
Era la soberbia urbana –en la que es más importante el parecer que el ser, el tener fragmentario que el humilde saber-, quien iniciaba el desarrollo de las múltiples perversiones y endemoniadas confusiones. En su lugar, hoy se ha erigido la nueva Torre, más conocida como Torre de los mercados: no la caracteriza la fina argamasa, ni siquiera un plan no develado de gestionar el conocimiento, sino que se revela por la negrura bituminosa de la soberbia desenfrenada, según la cual el mercado sólo expresa los deseos de la propia ventaja de aquellos que pueden alcanzar el éxito. El resto, los que quedan tirados en el camino, serán los miserables. Es en ellos en quienes se produce la degradación de la humanidad en su totalidad, pues en cada miserable producto de los poderosos, es donde cada hombre concreto se desrealiza.
La Torre es ámbito desde el cual se coordinan los espacios donde se puede comprar y vender en cualquier lugar y en cualquier momento, sin límites ni cuerpos, sin ataduras feudales como la ética, la solidaridad y los valores, según proclaman sus supremos sacerdotes.
Es a la sombra de esta inmensa Torre, donde se generan los llamados tiempos de oscuridad.
Según Hannah Arendt:
Hace tiempo que ya se tornó aparente que los pilares de las verdades también han sido los pilares del orden político, y que el mundo (en contraste con las personas que viven y se mueven libremente en él) necesita de dichos pilares para garantizar la continuidad y la permanencia, sin las cuales no puede ofrecer a los mortales el hogar relativamente seguro y relativamente imperecedero que necesitan. La humanidad misma del hombre pierde su vitalidad hasta el punto de que se abstiene de pensar y deposita su confianza en viejas verdades o incluso en algunas nuevas, arrojándolas como si fueran monedas con las cuales se equilibran todas las experiencias. (…) los errores más terribles han reemplazado a las “verdades más conocidas” y el error de estas doctrinas no constituye ninguna prueba, ningún nuevo pilar para las viejas verdades.[20]
Para el empeño neoconservador emanado de la Torre de los Mercados fue imprescindible desarrollar el pensamiento único como una lingua franca de extensiva y global justificación de lo éticamente injustificable. Establecer, además una Vulgata que permita la producción de narraciones y otras fantasías que nutran los nuevos mitos corporativos, al tiempo que encubran las masacres mediante los recursos de la exclusión.
Los escribas de las Torre, conscientes o inconscientes del patronazgo de la misma, generan productos que, salvo excepciones, se ubican entre los primeros lugares de los más leídos en los suplementos literarios de los diarios dominicales de todo el mundo.
Los trusts racionalizan y vuelven rentables la fabricación de significantes: atiborran con sus productos el inmenso espacio, desarmado y a medias somnoliento, de la cultura. Todas las formas de necesidad, todas las carencias del deseo son “cubiertas”, es decir, inventariadas, negociadas y explotadas por los medios. Este sistema económico corroe y finalmente subvierte los logros políticos del siglo XIX, sustituyendo el acto de representación democrática por la recepción de significados estandarizados, que destinan al consumo, y que transforman al pueblo en público.[21]
Manuales de autosuperación personal que, mediante la voluntarista vocación individual de cambiar las conductas, se detienen en las llamadas zonas erróneas, variables según el criterio de cada autor.
Es evidente que quienes escriben manuales de este tipo trabajan para aquellos que desean, en función del mantenimiento de los intereses neoconservadores de la Torre, que los lean “más de un millón de personas” y “que el libro tenga un gran impacto en las vidas de los niños de cuarto curso como de ancianos de ochenta años”, y que los lectores no deseen vivir en este mundo y busquen el mito de la felicidad eterna apoyándose en la “experiencia” de estos artífices del pensamiento coloidal, por llamarlos de alguna manera elegante.
Se trata, sin duda, de la promoción y el consecuente consumo de anestésicos conformistas de alta concentración. Los que a ellos recurren, se ven motivados por la ansiedad producto de una vida vivida como carente de sentido, valores y horizontes de realización concretos.
En esta seudoliteratura no se cuestiona ni el orden establecido ni las perversas y meduseantes matrices político-económicas productoras del aparente sin sentido existencial, que la globalización financiera y el capitalismo salvaje no dejan de producir, como si se tratase de una coventrización[22] donde se tiran estas excreciones simbólicas en lugar de bombas concretas, contra las poblaciones inertes.
La actual demanda de estos productos estaría palmariamente demostrando que la superación social se sustituye por la personal del sálvese quien pueda, para amplias capas y sectores de las sociedades burguesas globalizadas.
Ya que para los jerarcas de la Torre, como para los del castillo kafkiano:
… no existe ni alienación, ni injusticias y su día a día se comprueba alguna violencia social es por gente que elige vivir en la pobreza y muchos que se regodean en su ser miserable. Ello se debe a que todavía en los pueblos existen atavismo salvajes, que con sus pretensiones bárbaras y feudales interfieren en la libertad absoluta de los mercados.
Sólo los necios no comprenden que una vez instaladas las reglas del sistema capitalista de la Torre, se debe dejar funcionar a los mercados a su antojo, sin ninguna clase de interferencia externa, de tal manera uno puede llegar a ser libre, dentro de los límites de la ley, para buscar la propia ventaja sin tener en consideración alguna, la ventaja de los demás. En los mercados los bienes transados serán excluyentes entre sí y por supuesto rivales en el consumo, así que debe tenerse presente que el mercado sólo considera los deseos egoístas, de donde las cuestiones vinculadas con la ética o con los valores son simplemente asuntos de gusto personal.[23]
Para producir el control de tal gusto personal y concretar la normalización de los dispositivos vinculados con los deseos, es preciso y necesariamente funcional para los intereses concentracionarios de la Torre, generar expectativas de felicidad individual, a condición de no insistir con esa rémora del pensamiento basada en un activo mejoramiento a través de la participación social y de los compromisos éticos, llevados cotidianamente a la práctica por la humanidad en servicios solidarios.
El aquí y ahora –descontextualizado de experiencias concretas en las que pueda ser un instrumento capaz de activar la atención, centrar las emociones y enriquecer ciertos discernimientos- es proclamado por todos los Profetas de Medusa y los Economistas predicadores de la Torre para negar la responsabilidad con el pasado, la lealtad con la memoria y la profundidad desenmascarante de las historias de los vencidos y de las genealogías de las artes viscosas del sometimiento.
El sólo importa el aquí y ahora, opera como un poderoso dispositivo desidentificante. Al desconectarse de su pasado, el individuo cree liberarse de sus determinaciones y condiciona su futuro a la aceptación de que es siempre lo que fue, y que sólo será mejor cuando todos cumplan como modelos procesados, con el orden establecido por Supremos Sacerdotes de las nuevas Babilonias.
Para consolidar tal fábula se a los profesionales de la Torre algunos profesores de filosofía que, maniobrando con la historia desde el coloidal componer, pretenden generar nuevas narraciones fundantes del horizonte filosófico único, justificador de una buena vida, vivida según un solo camino: el de la conveniencia personal.
Sin embargo, el pensamiento llamado light, soportado por diversos sistemas narrativos o discursivos generadores de seudovalores “a la carta” no ha sido suficiente para acallar el malestar de las muy buenas gentes aburridas y desconsoladas, antiguamente conocidas como neuróticas, ni del todo miserables, ni del todo excluidas, aún.
Son los nuevos extraviados que deben ser conducidos e informados, ayudados a vivir por los nuevos pastores telemáticos: filósofos, médicos, actores, escritores, locutores, modelos, parapsicólogos, historiadores, trompetistas, monjes de no se sabe dónde ni de qué credo, psicoanalistas, arquitectos taoístas y minimalistas del feng-shui asociados a Maestros Mayores de Obra Metafísicas y Sobrestantes matriculados en macrobiótica y transformados todos ellos, por el milagro de una esotérica solidaridad, en sanadores de los cuerpos y las almas, en educadores de nuevo cuño y en imprescindibles intérpretes de la crítica modernidad: los conductores de talk shows de consuelo.
Para ellos lo que podían entender como ciencia y lo que podía quedar de conciencia luego de sus coloidales manipulaciones debía ser explicado, “democratizando” los conocimientos imprescindibles para el venturoso porvenir.
Dichos saberes o “nuevos” conocimientos debían ser deglutidos por profesionales como los ya enumerados, con una gran capacidad de generar opiniones, para “devolvérselos” a las masas virtuales, ávidas de conocimiento, como divulgación. A ello, pretenden reducir, desde la Torre, a la educación como proceso continuo de experiencia.
Lo radicalmente grave de los productos basados en tal manera de pensar, radica en que su permanente tendencia coloidal a la dispersión es funcional a quienes se esfuerzan en diluir y anular las memorias, las historias de luchas y utopías, el acallamiento de las diferencias y la neutralización de valores fundantes para la plenitud de la existencia humana.
Surgirán necesarias arborescencias y rizomas del demasiado estandarizado pensamiento único, aparecerán entonces, como nos lo señala agudamente Claudio Magris, las gelatinosas ideologías débiles promovidas por el poder de las comunicaciones.
El poder del pensamiento coloidal está en marcha para diversificar las opiniones y ofrecer la vasta gama de orientaciones y autoayudas. Estas islas coloidales en su rápida expansión contribuyen a negar, denegar o reducir el sentido y la complejidad de la vida, contribuyendo de tal manera al nuevo ajuste espiritual de las perplejas poblaciones supervivientes.
Para tal target asistimos a la masiva proliferación de obras seudofilosóficas, seudopsicológicas, seudoespirituales, seudohistóricas, seudosanadoras, seudomorales, surgidas de los juegos de manos en los revoltijos de Mercados, Pignoraticios de Sabidurías y Conocimientos.
En este Mercado emergen pescadores de enseñanzas, desgarradas de la tradición que les da sustento y sentido, que descontextualizan técnicas tradicionales de enseñanza y aprendizaje, alteran el migrar popular de los cuentos con su propia sabiduría y los adaptan y/o sustraen al no especificar ni la fuente ni el marco cultural y religioso que los sustentan, adaptándolos coloidalmente a sus intereses. Son estos autodevenidos maestros, los que según Magris sólo alcanzan a ser “patéticos señores Sócrates”, que realizan malabares con los productos de su pesca.
Entonces, se lanzan al aire enseñanzas que, renovadas en las aguas del Ganges, producirán floraciones comunicacionales seudopoéticas y nuevas psicoterapias transpersonales ejercidas sin la calificación correspondiente por cualquier profesional reconvertido, enriquecidas con ejercicios corporales complementarios tomados de la capoeira. Junto al yoga de Patánjali en video, aparecerán filósofos que trabajan, ejercen y profesan de orientadores de pareja y opinadores de temporada.
Semiólogos y académicos vinculados a Fundaciones del Primer Mundo intentarán legitimar los estereotipos de importación al estilo de “la construcción de la realidad en un contexto de laboratorio”, como denominarán a ciertos reality shows.
Habrá médicos que en vez de obtener su doctorado y realizar procesos de educación continua se autodoctorarán, recertificando su ignorancia e incorporando un perfil de marketing televisivo, para lo cual centrarán su clínica en una seudoantropología médica, al injertar su información básica con las seudoenseñanzas huicholes, que un supuesto antropólogo discípulo de Don Nadie, transmite cual budista de cartapacio para que otros, en el espiritual camino, batan bien y generen alquímicas recomendaciones, al tiempo que se autopresentan a las televisivas audiencias de la TV por cable como “místicos independientes en peregrinaje a Compostela”.
Otros seudoexpertos en el ayurveda de la India milenaria venderán inciensos y fragancias certificadas para la cura aromaterápica de desesperadas patologías y enmarcarán la transmisión de sus conocimientos en enseñanzas configuradas según las reglas y conocimientos de meditaciones dinámicamente estandarizadas, para uso personalizado de ejecutivos de Barcelona o magnates de Arizona.
Al mismo tiempo se ofrecerán seudoterapias alternativas: runas mezcladas con videos –sólo para iniciados- del camino amazónico de la ayahuasca: no le tema al vómito que sólo verá visiones y se producirán sanaciones. Pero por las dudas pase por su infectólogo de cabecera y vacúnese contra la malaria, la fiebre amarilla, el tifus y el cólera.
Imposiciones de manos, con nombre en japonés; cristales curadores de toda dolencia y sudaciones colectivas en campos bonaerenses, que reproducen una maravillosa costumbre de los kivas –casas pozo empleadas como sudaderos por los pueblos navajos-, aunque se ignore su uso precolombino por los negros villeros de nuestra provincia de Córdoba llamados, en aquel entonces, comechingones, que por ser de aquí no merecen más que ser estigmatizados como tales.
Obviamente, Menos Prozac, más Platón: al fin llegó el coaching a la filosofía; si no, qué haríamos con la ontología. Permanente estado de viaje, real o virtual, en que se recurre a la historia de los vencedores según la óptica de psicoanalistas e historiadores de vodevil y a los comentarios de sociólogos de la Sorbona, que contribuyen a la intersubjetiva construcción de los colectivos sociales actuando de partiquinos de revista o brindándole marco epistemológico a la producción de los reality[24]. Todos saben, todo vale, tanto el especialista y el riguroso generalista como los “chantas” y el financista winner.
La posmodernidad, el fin de la historia, la caducidad de los grandes relatos, lo absurdo y reaccionario de los límites y de las jerarquías, lo romántico e inútil de las normas de la solidaria convivencia, consagran el tiempo de los experimentalistas, del
Docto Menefreguismo, propio de la escuela filosófica italiana, reivindicada por casi todos ellos. En opinión de la exquisita filósofa malagueña María Zambrano en su obra
Hacia un saber del alma:
Son los perplejos, los que andan sin transparencia y sin resistencia, sin acción posible por falta de personajes, por falta de fantasía creadora y por exceder su posibilidad del canon común de lo anónimo. Alguien sin definición precisa y que anda en su busca.
Y agregará:
La Guía es para los perplejos. (…) Y así la Guía cubrirá una misión esencial dentro de una cultura; prolongará la tradición, supliéndola, así como suplirá al genio individual que no ha menester de guías, porque él la va teniendo a lo largo de sus instantes.
Luego se preguntará:
¿En qué consiste la perplejidad?
Sabia será su respuesta al expresar que el que anda perplejo no el que no piensa, sino aquel que no ve; precisará que el pensamiento no cura sino que, por el contrario, dada su frondosa riqueza es él mismo el que puede producir la perplejidad.
Nos dirá:
La visión de la propia vida en unidad con lo demás, es la que cura la perplejidad.
(…) tal estado suele aparecer en épocas avanzadas de una cultura en la cual andar perplejo es encontrarse entre varias alternativas y no poder decidirse por ninguna por falta de conocimiento, o cuando las características del mismo son tales que dejan abiertos grandes márgenes de riesgo, con reverberaciones de incertidumbre, a pesar de las cuales se siente preso del desgano y la inmovilización.
Avanzará en su análisis y sostendrá entonces:
La perplejidad es una debilidad del ánimo que no proviene del conocimiento sino de la relación entre el conocimiento y el resto de la vida que queda impermeable a él. (…) En toda perplejidad hay deslumbramiento; se está ante un conocimiento que deslumbra y no penetra. Conocimientos deslumbrantes y múltiples. El perplejo mira a un lado y otro, no se fija en parte alguna. Y es que los conocimientos que se le presentan son parciales, y así como nada tienen que ver entre sí, nada tienen que ver con él. Siente el perplejo que el centro de su ánimo, eso que los místicos llaman el centro del alma o el fondo del alma, queda intacto; y es más, él, no lo siente.[25]
Los perplejos buscan maestros y otros perplejos salen exteriormente de su perplejidad y austera pobreza transformándose en tales; serán estos los que estén en mejor posición con respecto al manejo de la información y de la seducción.
Claudio Magris en Utopía y desencanto señala:
El mundo está lleno de dobles de maestros, que ocupan el lugar de éstos, de la misma manera que en una película un doble sustituye al actor protagonista en una escena peligrosa, filmada de lejos o en cualquier caso ocultando al espectador la sustitución. Abundan los personajes que aspiran a ser escuela, a crear bandos y eslóganes, a movilizar adeptos, persuadir discípulos, generar fans e imitadores; personajes que para existir necesitan seducir con cautivadoras promesas a quien tiene un ansioso y vago deseo de redención fácil e inmediato. Contar con auténticos maestros es una suerte extraordinaria, pero también es un mérito porque presupone la capacidad de saberles reconocer y saber aceptar su ayuda… Los falsos maestros crean a menudo clanes de adeptos, destinados a convertirse en víctimas (…); maestro es quien no ha programado serlo (…) saber ser y seguir siendo alumnos no es poca cosa, es como ser ya casi maestros.[26]
En el sincretismo se manejaría una variable temporoespacial carente de profundidad básica, en la cual todo valdría acríticamente por igual, en un supuesto aquí y ahora homogeinizante. Se trataría de contextos psicológicos en los que coexistirían tiempos, términos o personajes que no se hallan discriminados entre sí.
Con respecto a la omnipotencia de “los pequeños Sócrates”, Bleger puntualiza:
La omnipotencia es una característica de la ambigüedad, en todas las manifestaciones clínicas en que ésta aparece, pero no se trata de un “control” omnipotente de la realidad, sino que pertenece a la organización sincrética como una de sus cualidades o características. En la personalidad ambigua, la omnipotencia es una forma de vivir y de estructura el mundo, y no básicamente, de eludirlo. Es, en sí misma, una organización específica del yo-mundo. El carácter de “control” de la omnipotencia deriva de privilegiar el sentido convencional de realidad y juzgar la omnipotencia en relación con él.[27]
Y en relación con lo que estamos analizando, agrega una puntualización sumamente pertinente:
La omnipotencia se mantiene justamente por la “ficticidad”: por la posibilidad de “saltar” de un rol a otro, es decir, por medio de la metamorfosis, que es lo que impide que un sujeto adquiera “otra” organización de su yo y de su realidad (…) Esta situación o este comportamiento, que vemos con mucha frecuencia en nuestros pacientes y en la vida corriente, hacen que el sujeto se sienta con capacidad para determinada acción o rol, pero a condición de que nunca lo ejerza (…) Por ejemplo ocurre con aquellos políticos que, estando en la oposición, siempre aparecen y se presentan como omnipotentes para resolver los problemas económicos y sociales pero que, en el fondo, no desean nunca llegar a la posición de tener que enfrentarlos realmente, y si llegan constituyen un flagrante fracaso.[28]
Estos seudomaestros generan obras que rápidamente devienen en grandes éxitos editoriales, con tiradas millonarias, brotadas de cajones de sastres donde pareciera que se celebra la consumación de la alquimia manipuladora.
“Pomada mágica” de la nueva literatura que pretende calmar malestares profundos y muchas veces radicalmente peligrosos, apelando a la abolición de jerarquías, la negación de las diferencias y perversa confusión de los sutil con lo inútil.
Propio del pensamiento coloidal, que no puede atravesar las membranas de los pensamientos complejos y rigurosos, es dispersar conceptos fuera de sus contextos, tornándolos en sentimientos fácilmente asimilables para la nueva Vulgata moral del todo vale, siempre y cuando te sirva y te guste.
El pensamiento coloidal amparado en arrogantes representaciones de un cierto saber enmascara recursos psicológicos de fetichización de sentimientos, bajo la cobertura de lo seudopedagógico o seudoterapéutico. Suelen desplegarse de tal manera ambiguos y perversos recursos secularizantes, que en aras de un cierto individualismo, de una proclamado necesario egoísmo y de una imprescindible y acrítica autoafirmación, falsean o encubren sistemáticamente cualquier valor o sentimiento profundo.
Michel de Certeau agregará al respecto, que los electores de éstas obras justamente las leen porque desean recibir lecciones de aquello que nunca pondrán consistente y coherentemente en práctica:
El lector encuentra en las imágenes y en las “leyendas” una historia de lo que nunca “sucederá”, un historia ausente. De allí una primera constatación: lo que entra en este lenguaje es lo que sale de la vida cotidiana y lo que la existencia ya no ofrece, ya sea a causa de la fatiga, ya se aporque nadie se atreve a pensar en un cambio posible.[29]
Agregará con lucidez, este singular maestro:
Así bastantes palabras e imágenes dan cuenta de una pérdida y de una impotencia, es decir, todo lo contrario de lo que prodigan. Los bellos programas de una “nueva sociedad” sustituyen hábilmente el espejismo del recurso a la acción que cambiará nuestra sociedad. Las ideologías revolucionarias compensan el déficit de la voluntad o privación del poder. La religión-ficción, la revolución-ficción, el eros-ficción o la droga-ficción instalan en la ficción el objeto que muestran y, como en un espejo, no devuelven más que una imagen invertida del bienestar en el cual multiplican los soles en el paisaje urbano.[30]
Los coloides en su dispersión forman neblinas, humos y diversos tipos de espuma, y tal pensamiento asociado a la alta toxicidad de sus efluentes pone en riesgo de extinción a la metáfora, una de las criaturas más vivaces, rica, móvil y versátil de todas las forestas del lenguaje.
Su pérdida conllevará sin duda al fracaso de la palabra, la cual, una vez abandonado su servicio a la poesía y a la sabiduría, sólo se perpetuará como artificio menor en la construcción de la nueva retórica del eslogan y del “¡hágalo usted mismo!”
En la Torre, todos son felices: Medusa sonríe, para sus habitantes todo se halla bajo control.
Vivimos, como dice Claudio Magris en una sociedad que se caracteriza -positiva o negativamente, según las opiniones- por el eclipse de los valores y de los mensajes fuertes:
(…) por el ocaso del diálogo sobre las cosas trascendentes y por las grandes contraposiciones filosóficas e ideológicas sustituidas por el pulular indistinto de sugestiones, estímulos, mensajes subliminales o percepciones capilares y por una creciente intercambiabilidad entre las así llamadas experiencias reales y virtuales.[31]
Según el mismo autor asistimos a la expansión de la retórica de la transgresión:
… tan carea a los espíritus banales que creen afirmar su propia originalidad tirando desperdicios por la ventanilla sólo porque lo prohíbe un rótulo.
Suspenderemos provisoriamente lo que hasta aquí hemos venido ensayando en torno al pensamiento coloidal recuperando la enseñanza sobre Los límites de la percepción intelectual, según precisas orientaciones del Maestro de perplejos Maimónides, en la Guía a ellos destinada:
Si eres capaz de dudar y no tratar de convencerte de existen pruebas con que sostener lo que no puede ser demostrado, ni intentas percibir cosas que están más allá de tus alcances, entonces habrás logrado el más alto nivel de perfección humana, y será como Akibha, que “en paz entraba y en paz salía” del estudio de problemas teológicos. En cambio, si te violentas para sobrepasar los límites de tu facultad intelectiva, o si de buenas a primeras rechazas por imposibles las cosas que nunca se demostró que lo eran, entonces serás como Elisha Aher, y las ideas nacidas de la imaginación prevalecerán sobre ti, y te inclinarás hacia los vicios, y te degradarás en bajas costumbres, a causa de la confusión que nublará tu mente y enturbiará tus luces.[32]
NOTAS
[1] Pessoa, F., Sobre literatura y arte, Alianza, Madrid, 1985, p.260.
[2] Nos ha inspirado en la formulación de tal modalidad de pensamiento Claudio Magris, cuando en su Utopía y desencanto. Historias, esperanzas, ilusiones de la modernidad, Anagrama, Barcelona, 2001, hace referencia a las gelatinosas ideologías débiles promovidas por las comunicaciones. Coloide proviene, remotamente, de una raíz indoeuropea: koli, que significa “goma” o “cola”, y más cercanamente del griego kolla, cola, y eidos, forma. Por su parte, cola se emplea para referirse a una pasta fuerte, translúcida y pegajosa que sirve para pegar. Coloide será, entonces, aquel cuerpo que no cristaliza y que por electrólisis se precipita en masa de aspecto pegajoso y gelatinoso. Es oportuno recordar que las asociaciones semánticas de coloide remitan a: partícula, reacción heterogénea, solución intermedia o indefinida, sistema disperso, inestabilidad termodinámica, precipitación irreversible, adhesivo, denso, viscoso.
[3] Morin, E., Introducción al pensamiento complejo, Gedisa, Barcelona, 1997, p. 29.
[4] Medusa, la de la terrible mirada, Reina de las Gorgonas: empleaba la potencia del fuego de su mirada, como si se tratase de rayos, para petrificar y enloquecer a aquellos que se atreviesen a desafiarla. Perseo, el resplandeciente, fue enviado por su Señor a degollar a la Gorgona Reina y conservar como trofeo su cabeza. Para superar las grandes peripecias de su mandato, fue entrenado por el venerado médico Quirón, quien le ordenó cortar su testa sin mirarla a los ojos, resistiendo de tal manera el terrible poder seductor de sus rugidos, que como truenos forzaban a mirarla. Al concretar Perseo la hazaña, manaron del cuello de Medusa los ríos del odio y del amor, cada cual para un lado, debidamente discernidos sus cauces. Sin embargo, ella se empeñaba en conservarlos entreverados para mantener a los hombre confundidos.
[5] Baudrillard, J., Las estrategias fatales, Anagrama, Barcelona, 1984, p. 69.
[6] Bodei, R., Libro de la memoria y de la esperanza, Losada, Buenos Aires, 1998, pp. 15-16.
[7] Agamben, G., Infancia e historia, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2001, pp. 9-10.
[8] De Certeau, M., La cultura plural, Nueva Visión, Buenos Aires, 1999, pp. 193-194.
[9] Morin, E., op. cit., p. 31.
[10] Becker, G., The Economic Approach to Human Behavior, The University of Chicago Pres, Chicago, 1998, p. 205.
[11] González Fabre, R., en Ética y economía, Scannone, J. C. - Remolina, xx (comps.), Bonum, Buenos Aires, 1998.
[12] El Rabí Moisés ben Maimón, más conocido como Maimónides nació en Córdoba a las orillas del Río Guadalquivir en 1135 y murió en las afueras de El Cairo en 1204. Gran cabalista, destacado filósofo y médico venerado escribió la primera guía de autoayuda, de singular valor, conocida como Guía de perplejos o de descarriados. El mensaje de la obra –escrita para su discípulo Ibn Aknin en respuesta a sus dudas sobre la vida del espíritu y la práctica religiosa– se centra en la obtención de la verdad a través de la exaltación de los valores de la justicia y de la razón.
[13] Que también nos gustaría traducir como: Cuando se pierde el hilo de la palabra o El sentido del habla.
[14] Neher, A., El exilio de la palabra. Del silencio bíblico al silencio de Auschwitz, Riopiedras, Barcelona, 1997, pp. 105-106.
[15] Sellándola como quedaban selladas las caras de los ladrillos que ocultaban los saberes. La Torre fue construida con la tecnología del ladrillo fino cocido, y gracias a la escritura cuneiforme, se les esgrafió a cada uno de ellos una parte de la información, que sólo la erección circular de la Torre les otorgaba sentido y develaría a los hombres la suma del conocimiento por ellos alcanzado. Paradójicamente, correría el riesgo de ser ilegible para algunos e indescifrable para otros. Los ladrillos de esta cripto-biblioteca estaban escritos sólo en una cara y ésta a su vez, siguiendo un desconocido plan, era colocada con la cara hacia abajo en la hilera, que circularmente se iba erigiendo, tratando de alcanzar los cielos celestes. Esta técnica nunca fue repetida en la región. Para conservar la narración fue preciso apoyar la cara escrita de cada ladrillo sobre finas capas de una argamasa, cuya calidad técnica fue considerada por los especialistas como infinitamente superior a todo lo visto en su género.
[16] Op. cit., p. 107.
[17] Recordemos que Babel proviene de bll o también blbl, es decir embrollo.
[18] Estas planchas fueron descifradas por Henry Creswicke Rawlinson y presentadas en la Real Sociedad Asiática de Londres en 1846. Lo más asombroso fue el descubrimiento por parte de él y de otros investigadores de manuales de gramática y fragmentos de diccionarios ilustrados, en los que los nombres suméricos se presentaban con su equivalente en el semítico, donde los objetos de uso cotidiano, los correspondientes a los ritos religiosos o los vinculados con la jurisprudencia aparecían dibujados unos juntos a otros en hileras: en la primera columna aparecía el nombre en súmero y en la segunda en semita.
[19] Ceram, C. W., Dioses, tumbas y sabios. La novela de la arqueología. Destino, Barcelona, 1958, p. 241.
[20] Arendt, H., Hombres en tiempos de oscuridad, Gedisa, Barcelona, 1992, p. 21.
[21] De Certeau, M., op.cit., p. 190.
[22] Palabra empleada en la terminología bélica para expresar la destrucción de una ciudad por el bombardeo en masa, como el realizado por vez primera por los alemanes sobre la ciudad inglesa de Coventry.
[23] Anderson, E., «The Ethical Limitations of the Market», en Economics, Ethics and Public Policy, Rowman & Littlefield, New York, 1998, p. 225.
[24] Un paciente esquizofrénico, joven y bastante lúcido, por cierto, me manifestaba su real cansancio ante lo que denomina productos de la Confluaca (lugar donde confluyen las cloacas) que sólo divierten al Señor de las latas, quien solitario convive con las ratas en el albañal putrefacto de Berazategui.
[25] Zambrano, M., Hacia un saber del alma, Alianza, Madrid, 1987, pp. 92-96.
[26] Magris, C., op. cit., pp. 40-42.
[27] Bleger, J., op. cit., p. 185.
[28] Ibídem, op. cit., p. 186.
[29] De Certeau, M., op. cit., p.36.
[30] Ibídem, p. 37.
[31] Op. cit., p. 40.
[32] Maimónides, Guía de descarriados, Obelisco, Barcelona, 1997, p. 53.